Hoy comenzamos la mañana reflexionando sobre la alegría.
Muchas veces estamos tentados de poner y buscar la alegría en aquello que
soñamos y deseamos, que no tenemos, no vivimos o por lo menos no de forma
plena. Son situaciones, deseos, personas y cosas que ocupan nuestra mente
(quizá también nuestro corazón) y que nos impiden descubrir otras muchas cosas
que son pequeñas, cotidianas, sencillas que están a nuestro alrededor y que nos
pueden dar la verdadera alegría: la alegría que dura, que no se acaba cuando no
está presente lo que nos la ha provocado; la alegría que nos da serenidad en
momentos difíciles, la alegría que nos da fuerza cuando nos parece que el
cansancio nos vence, la alegría que nos viene por una mirada, una palabra, un
gesto, un regalo, una sonrisa, un beso, un abrazo, un buenos días, un qué tal,
un gracias, un “ya lo he aprendido”, un “te he echado de menos”…
La alegría también es fruto de este tiempo de Pascua que estamos celebrando.
De vez en cuando es bueno pararnos a pensar qué nos produce alegría y qué podemos hacer para que los demás sean o estén alegres.
De vez en cuando es bueno pararnos a pensar qué nos produce alegría y qué podemos hacer para que los demás sean o estén alegres.